Château
Margaux. Juguete cómico lírico en un
acto. Libreto de José Jackson Veyán. Música de Manuel Fernández Caballero. La viejecita. Zarzuela cómica en dos actos. Libreto de Miguel Echegaray. Música de
Manuel Fernández Caballero. Versiones libres de Lluis Pascual.
R. Iniesta J. Castejón. R.
Velasquez. E. Sánchez. Miguel Sola. A. Torres. Escenografía: Paco Azorín.
Vestuario: Isidre Prunés. Coreografía: Mónica Runde. Dirección de escena e
iluminación: Lluis Pasqual. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro de la
Comunidad de Madrid, titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor.: Antonio Fauró).
Dirección musical: Miquel Ortega. Teatro de la Zarzuela, de Madrid, 26 y
30 de marzo de 2017.
Château Margaux (Foto. TZ. Javier del Real) |
Lluis Pascual, responsable de este espectáculo,
confiesa el origen de su interés por la zarzuela a través de la programación de
la radio que, cuando era niño, estaba permanentemente encendida en su casa.
Esta es la razón de que este doble programa del Teatro de la Zarzuela gire en
torno a ese medio de comunicación, adaptando el contenido original de las obras
a un guión, ágil y teatral, que funciona
estupendamente, aunque para ello haya desaparecido, el argumento, algunos
personajes y el texto de la obra de Jackson Veyán y, creo que parte del libreto
de La viejecita.
En su lugar, y además de otros personajes
relacionados con la milicia de la época (ambientada en los años cincuenta del
pasado siglo) ha introducido la figura de Ricardo Gracián, locutor de radio
famoso y comunicador, formidablemente desarrollado por Jesús Castejón, que,
durante la primera parte del programa es la figura preeminente del espectáculo.
Hay que reconocer que el texto de este personaje tiene fuerza, gracia, su poco
de crítica “políticamente correcta” y exige un
intérprete de mucha energía, y con capacidad para transmitir emociones y
sentimientos con la voz. Todo ello lo consiguió el gran Castejón,
actor-cantante, que dio una auténtica lección interpretativa. Cuando se tiene un
intérprete de este nivel, se pueden tener textos largos, de complejidad
expresiva, y de compleja realización.
La primera parte del espectáculo (que se
desarrolla sin interrupción) es la transmisión, en directo, de la final de un
concurso de radio en el que se interpretan los números musicales de Chateau Margaux.
La viejecita (Foto. TZ. Enrique Moreno Esquibel) |
Tras el concurso, pasamos a la interpretación de La viejecita, en una escena clásica, con
una espectacular escalera imperial, bajo la cual se coloca la orquesta. Este
detalle, tiene su importancia; al estar el conjunto en el escenario y no en el
foso, los cantantes la tienen más cerca, pero detrás, lo que, seguramente, les
ha llevado a tener que resolver problemas de adaptación. Debo decir que no he
observado inconveniente alguno, ni desajustes. Por otra parte, el sonido me
pareció muy cálido, quizá más directo, aunque esta impresión pueda ser
subjetiva. En cualquier caso, el trabajo de Miquel Ortega, en la dirección fue
elegante y delicado.
Hay que destacar, también, la teatralidad del
montaje. Lluis Pascual es un hombre de teatro y con la representación que ha
ideado demuestra su conocimiento del entorno. En Château Margaux el texto es ágil, directo y representativo de la
idea creadora; muchos detalles sorprenden al público (no voy a desvelarlos),
que se convierte inmediatamente en cómplice. En cuanto al movimiento de los actores
y cantantes, consigue en esta página llenar el escenario con la sola presencia
de tres o cuatro personas. En La
viejecita, el montaje y su desarrollo en la escena se decantan por la vía
de la espectacularidad, aunque le basta un único decorado, protagonizado por
esa gran escalera a la que saca un gran partido.
En cuanto a las voces, la figura destacada es la
de Ruth Iniesta. Voz cálida, redonda, afinada y firme, y mucha gracia y
frescura en la escena. Ricardo Velasquez, de origen panameño formado en Barcelona,
resolvió su intervenciones con eficacia y destacó, sobre todo en el Carlos del
baile, que interpretó con elegancia y cierta picardía, aunque quizá
excesivamente estereotipado. La idea del texto original es el engaño, y el
personaje presentado llama la atención pero no engaña a nadie. Recordemos, además, que este papel nació para
ser interpretado por una soprano, disfrazada de hombre. Lo hizo la gran
Lucrecia Arana, a la que el Teatro rinde homenaje proyectando en el vestíbulo
un interesante documento visual.
El coro, de tamaño reducido, funcionó muy
correctamente; en la primera parte sólo las voces masculinas que cantaron con
empaste y musicalidad; en La viejecita se
incorporaron las mujeres que mantuvieron el mismo nivel.
El vestuario, en la primera obra, adecuado a la
época y al ambiente, en La viejecita, espectacular,
y dentro de la concepción clásica para este tipo de obras.
Un detalle curioso fue la original salida de los
intérpretes a saludar, prueba de que en el espectáculo se han cuidado todos los
detalles.
Este montaje doble, coproducción de los teatros
Arriaga, Campoamor y el Festival Grec’98, se ha visto ya en Bilbao, Oviedo y
Barcelona y en estos lugares ha tenido un gran éxito, el mismo que ha obtenido
en la Zarzuela, donde el auditorio ha respondido con aplausos cerrados.
Vidal
Hernando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario