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jueves, 8 de diciembre de 2016

EL PROGRAMA DE MANO.



 
Seb.
Buenos días, Don Hilarión.

Hil.
Buenos los tenga usted, Don Sebastián. Siéntese. ¿Le apetece un chocolate caliente?, porque no están los tiempos climatológicos para zarzaparrillas u otros refrescos.

Seb.
¡Y que lo diga! ¡Hace un frío que pela! Fíjese que venía pensando: ¿no tendrá mi amigo Don Hilarión algún fármaco para que el cuerpo entre en calor? Lo mismo sale más barato que encender el brasero en casa, que puede atufarte si te descuidas.


Hil.
¡Vaya ocurrencia!, Don Sebastián.

Seb.
¡Hombre! Es una deducción lógica a partir de eso que se dice: “hay de too, como en botica!”

Hil.
No haga usted caso. También se dice que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, y aquí lo único que adelantan, son los impuestos.


Seb.
¡Ahí sí que tiene usted razón! Pero vayamos a lo tradicional: ¡dos chocolatitos calientes!

Hil.
De acuerdo. ¿Y, de qué hablamos hoy?

Seb.
¿Qué le parece del programa de mano?

El otro día estuve en un espectáculo en el que dieron una ópera, en versión de concierto, ya sabe usted, sin escena. Y me llamó la atención que mantuvieran la sala en una discreta penumbra, de manera que se podía leer el texto que cantaban los intérpretes. Me sorprendió, porque lo normal, me parece a mí, es que en los teatros dejen al público a oscuras, y así no hay manera de saber por dónde va el programa.

Hil.
Así que, ¡a media luz! No es mala idea … para los conciertos, porque en la zarzuela, con el texto hablado, se comprende la historia, y en las canciones, aunque en muchos casos no se entienda a los cantantes, nos vamos apañando con los sobretítulos que ahora se utilizan.

Pero, dígame, ¿estaba el texto en el programa de mano?

Seb.
Pues claro. Suele ser normal en los conciertos vocales. ¿Es que no sucede lo mismo en el Teatro de la Zarzuela, el que usted frecuenta?

Hil.
Pues no. Déjeme usted que le diga: en esto de los programas de mano la zarzuela va de mal en peor, o de capa caída, como usted prefiera.

Seb.
¡Qué me dice! ¡Pero si antes! ….

Hil.
¡Ay!,  Don Sebastián. Antes, antes … historia … agua pasada …

Seb.
Hombre, Don Hilarión. Yo recuerdo aquellos programas de mano que entregaban con todos los detalles, con los números musicales de las obras, con uno y hasta dos artículos explicativos y aclaratorios, con las biografías de los artistas …

Hil.
Yo también lo recuerdo. Con nostalgia, con tristeza, con morriña, con saudade. Aquello desapareció. Como mi abuela, que en paz descanse.

Los programas de mano de hoy son una simple cuartilla que ofrece: Por una cara, una imagen con el título de la obra (u obras, si hay más de una, claro). Y en la otra, los nombres de los intérpretes, de los responsables técnicos y de los directores de escena y orquesta. Y pare usted de contar.

Seb.
¿Y los nombres de los autores?

Hil.
Pues depende. Si son representaciones, están todos, pero si son conciertos los de los libretistas desaparecen; solo está el del compositor. Y punto.

Seb.
¿Y la sinopsis argumental?  ¿Y los fragmentos musicales de la zarzuela?

Hil.
Perdidos, como …

Seb.
Sí, ya sé, como usted perdió a su abuela.

Hil.
No ser ría, Don Sebastián, que esto es serio

Seb.
¿Lo de su abuela?

Hil.
¡No! Lo del programa de mano. Mire usted. A mí me parece que un teatro de la categoría del de la calle de Jovellanos, debe dar a los espectadores un programa de mano como Dios manda. Como mínimo, la información básica. Usted me entiende.

Seb.
Estoy de acuerdo, pero a lo peor es cosa  de la crisis. Si no hay dinero …

Hil.
¿De la crisis? ¡Qué crisis! No dicen los periódicos y los políticos que ya hemos salido, que España crece más que ningún país de Europa…

Pero si el costo de los programas  de mano debe ser el chocolate del loro. Seguro que es la partida más barata de todas.

Seb.
¿Entonces?

Hil.
No lo sé. Serán nuevas ideas. Pero vamos …

Con un simple folio doblado bastaría. Un folio doblado equivale a cuatro páginas; en una, como portada, la imagen y el titulo en grande; en otra la sinopsis; en la tercera los interpretes y el equipo técnico y en la última los fragmentos de la obra.

Seb.
Y todos más contentos que unas Pascuas.

Hil.
Mejor, que unas castañuelas, que cuadra mejor para la Zarzuela.



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