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martes, 28 de enero de 2014

LA MAGIA DE UN CUENTO CANTADO



La princesa árabe - Primer acto (Foto. Fernando Marcos)

La princesa árabe (Ópera infantil en dos actos de Paula Fünfeck (versión en castellano de Pablo Valdés Sánchez). Música de Juan Crisóstomo de Arriaga (adaptación de Anna-Sophie Brüning). J. Farrés. F.Pardo .M. Lacunza. E. Ezeolaza. M. Ozkoidi. E. Hamuraru. I. Espinazo. Coro Escuela de Música Julián Gayarre de Noáin y Ópera de Cámara de Navarra (Dtora.: Laura Álvarez). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Carlos Aragón. Director de Escena Pablo Ramos. Auditorio Padre Soler (Universidad Carlos III, Leganés, Madrid), 25-1-2014.

Al estar este espectáculo incluido dentro del Programa Pedagógico del Teatro de la Zarzuela, de Madrid, el comentario debe ocuparse de la respuesta de los niños, sus destinatarios. ¡Estupenda! Los muchos chavales presentes, que casi llenaron el amplio auditorio, mostraron interés y atención durante los 75 minutos de duración de la obra, aplaudieron en algunas intervenciones y, sobre todo, manifestaron su entusiasmo al final de la función. Se entretuvieron, se divirtieron y disfrutaron. Puede decirse que el objetivo principal se ha conseguido, que vuelve a demostrarse que el teatro lírico interesa a niños y jóvenes y que hay que continuar por el camino emprendido.

Aunque denominada “ópera infantil”, La princesa árabe es técnicamente una zarzuela, pues tiene partes habladas durante la acción principal, y las intervenciones del personaje de Arriaga, su madre y su profesor son exclusivamente habladas. Desarrolla una acción doble: una conversación en tiempo real (siglo XIX en Bilbao) en la que Arriaga sabe de la existencia de un cuento, y el desarrollo del propio cuento entre Amirah, la princesa y Jamil, el pescador, en época y lugar imaginados, aunque de ambiente árabe. La historia tiene una moraleja.


La obra es muy interesante. Ideas concretas y claramente explicadas mediante diálogos en lenguaje actual, muy asequible a los niños, incluso con alguna frases y expresiones propias de su entorno. En el primer acto hay algún momento en el que el ritmo se resiente (esto se nota enseguida en el público infantil que rápidamente se inquieta), pero en el segundo se recupera y se reaviva, consiguiendo la integración del pequeño espectador.  La música es magnífica; a quienes ya conocíamos a Arriaga no nos ha extrañado, pero mucha gente, la mayoría, han descubierto que un chaval (recuérdese que murió a los 20 años) español fue capaz de escribir unas melodías atractivas, de alto valor musical y extraordinariamente agradables. Quizá los niños presentes recuerden, algún día que, gracias a esta adaptación, descubrieron la música de uno de nuestros grandes compositores. Catorce números musicales conforman la partitura de La princesa árabe. Números que recogen las peculiaridades de la ópera como espectáculo: obertura y pantomimas instrumentales, coros, arias de los protagonistas e incluso un precioso dúo entre dos de las mujeres (la princesa y una de sus doncellas).

En el capítulo interpretativo hay que destacar, en primer lugar el trabajo de Francisco Pardo, verdadero protagonista vocal de la ópera. El tenor gallego lució una voz lírica, brillante y potente y dio a su interpretación una presencia muy convincente. Júlia Farrés, soprano catalana dio vida a la Princesa. Su papel es de menos relevancia que el del pescador, y lo resolvió sin dificultades, aunque algunos momentos en el registro más grave son muy comprometidos. Debemos destacar la interpretación de Erkuden Eceolaza una de las doncellas, en el precioso dúo del segundo acto. Demostró sus cualidades como cantante con una voz de dulce timbre y una elegante musicalidad.  El niño Eugenio Hamuraru representó el personaje de Arriaga muy bien, con ganas, con soltura, incluso con amplitud de registro actoral. ¡Quien sabe!, quizá su futuro esté en el teatro. Muy bien Imanol Espinazo en su doble papel del profesor de violín de Arriaga y el del Rey Mutis, en el desenlace de la ópera. En esta última intervención captó al público infantil gracias al propio diseño del personaje y, sobre todo, a la forma en que le dio vida.

El Coro de niños sonó muy bien, compactado, afinado y sin estridencias. Se movió con soltura y profesionalidad en las coreografías de sus intervenciones y, además, se encargó de mover las dos grandes estructuras metálicas que van configurando la escena. La orquesta, a las órdenes de Carlos Aragón, sonó limpia y clara, como requiere la mozartiana música de Arriaga,, aunque en algunos momentos nos pareció un poco precipitada. Por último, Pablo Ramos, como director de escena, supo plantear un espectáculo que interesó a los niños; la idea de separar la acción “actual” de la imaginada, mediante telones que velan la presencia de los intérpretes, deja claros los distintos ambientes en que se mueve la narración.

En general, La princesa árabe es una obra muy interesante. No sólo para los niños, sino para cualquier público, Los cuentos conservan su magia, siguen gustándonos, y continúan siendo útiles. ¿No es bonito ver juntos, a padres e hijos, disfrutando con un espectáculo musical?

Vidal Hernando.

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